En días como hoy me gusta escribir de Rojo Pasión, porque hay una marea de ese color inundando tierras levantinas.
En días como hoy recuerdo un patio de la calle Montánchez, y a un barbero llamado Luis, trayéndole a su nieto que era yo, sin levantar dos palmos del suelo, una camiseta blanca con detalles en rojo y un escudo con las siglas S.F.C. con un balón en el centro.
En días como hoy, recuerdo a aquel jugador "con carita de mosquetero" que escribiera y cantara en un bendito pasodoble su chirigota mi buen Antonio Pedro Serrano "El Canijo", marcando "el gol que nos cambió la vida" que también dijera en su blog Jesús Alvarado.
En días como hoy, me acuerdo de mi amigo Falcón en mi casa, celebrando un gol de Súker en Grecia que coló por toda la escuadra casi llorando, en años en los que todavía la tele no definía bien la imagen cuando la conexión era Europea.
En días como hoy, recuerdo los abrazos de mi amigo Manuel en casa, con unas croquetas de mi madre como acompañantes, mientras festejábamos uno, dos, tres y cuatro goles en una final jugada en Ehindoven.
En días como hoy recuerdo la fuente de Los Leones de mi pueblo, con banderas rojas con un "Cien" impreso en blanco, cohetes, y gente bañándose, y las portadas de los diarios del día posterior.
En días como hoy, recuerdo un miércoles de alumbrado de mi feria, con mi sobrino en el quicio de la puerta mirándome sin poder sentarme, de pié ante el televisor, comido por los nervios, pensándome si ir a la feria o no, antes de que un Santo con oficio de guardameta parara uno, dos y tres penaltis al Espanyol.
Y recuerdo una noche de verano con mi cuñado y mis sobrinos, (tienen el pequeño defecto de ser madridistas) festejando uno, dos y tres goles al Barcelona en Mónaco, tirándonos a la piscina.
En días como hoy recuerdo una cabalgada del Gigante de Mali enchufando un balón imposible para un portero del Getafe que valía una Copa del Rey.
En días como hoy recuerdo un pintado de cara en toda regla en una casa madridista la de mi hermana (con tres madridistas calladitos, calladitos), en una Supercopa de España con uno, dos, tres, cuatro y cinco saltos de alegría.
En días como hoy recuerdo mi cumpleaños en el que presté una camiseta a una amiga que vio el dúo de goles que dos canteranos, zipy y zape, un rubio y un moreno, un gnomo y un duende, le endosaron al equipo que hoy es finalista de la Champions.
En días como hoy recuerdo un gol de media tijera de Rodri en el último minuto que también nos valía una Champions, con el mar de Cádiz rugiendo de fondo aquella noche.
Como véis, no es sólo fútbol. Son recuerdos, son todas y cada una de las personas que estuvieron a mi lado en aquel momento, celebrando conmigo los goles y las copas y los títulos de mi Sevilla F.C.
Por eso lo de esta noche no es un partido. Es otra final en la que el Sevilla está obligado como mínimo a empatar. Porque esto que yo he puesto aquí es una ínfima, irrisoria y pequeña muestra de lo que siente un sevillista que no tiene ni el carné. Imaginaros cuántos recuerdos, cuántos sentimientos tendrán presentes hoy las más de cinco mil camisetas rojas desplazadas a Valencia, y los cientos de miles que habrá pegados a una tele durante 90 minutos. Imaginaros lo que deseamos tener más recuerdos, más sentimientos, y veréis que no es sólo fútbol lo de esta noche.
Porque esa copa inició una relación con los corazones sevillistas en mayo del 2006. Y se quedó tan prendada de nuestra magia, que nos cogió cariño, y quiere que volvamos a por ella. La copa que nos cambió la vida está esperando, y hoy, miles de recuerdos, intentarán llevarle un mensaje a Turín, donde nos espera: Querida amiga, VAMOS A POR TI. Espéranos.
Ojalá mi próximo post, sea para contaros, que ya tenemos el billete para entregarle a esa copa, aunque sea a través de la caja tonta y la radio, todos los sentimientos que estos años, hemos guardado en sus entrañas.
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