07 julio 2011

El TONTOPOLLA, una expecie en expansión.

Existe una especie que, lejos de estar en peligro de extinción, está en peligro de expansión. Hablamos del “Tontopolla”. Ese término creado en el sur para definir a esta especie, milenaria por otra parte, pero con una nueva creación en los últimos tiempos.
El Tontopolla no tiene un hábitat definido, en el sentido de “devorar territorios” para su existencia podríamos decir que es absolutamente omnívoro. Está en todas partes. Como buen Tontopolla vive en un mundo propio, en el que ninguna palabra salida de su boca parece tener sentido más que para él. El Tontopolla además, vive orgulloso de serlo, porque dentro de su propio ego, no hay sitio para la consciencia de reconocerse ser uno de ellos.


El Tontopolla mira, deambula por los círculos sociales que en los que tiene por “presas”, pero sin armar jaleo, hasta que abre la boca. El Tontopolla entonces da muestra de su cátedra en la universidad del Doctor Liendre, sentenciando y expresando sus inquietudes más estúpidas, sobre lo que cree, piensa, o intuye que sabe, con una seguridad pasmosa de que lo que está hablando es la Biblia en pasta.

El Tontopolla camina con aires de grandeza. Puede demostrarlo en su imagen o no. Puede ir con camisa “Polo” o “Yves Saint Lauren” y polito a los hombros con nudo cuidadosamente confeccionado en su pecho (no olvidemos cinturón a juego con el color del pantalón de pinza), o puede vestir camiseta con hoja de flor psicotrópica de hoja puntiaguda y vaqueros rasgados. No tiene una indumentaria “oficial”, más que la cara propia de “Tontopolla”, fácilmente reconocible entre sus presas.

El Tontopolla merodea. Mete el ojo. Calla. Pone oído. Y en cuanto alguna presa comete el error fatal de darle baza soltando alguna frase ante la que el “Tontopolla” pueda efectuar su estelar aparición, entra al cuello con alguna genialidad “tontopollesca”. Sus presas normalmente suelen tener dos vías de reacción. Una es lo que llamamos por el Sur, “espantá general” (dícese de la huída en estampida individual de cada presa por su lado, mediante excusa “tontopollesca”, para que el “Tontopolla” la asimile), o la media sonrisa y el asentimiento con la cabeza mientras se piensa en la naturaleza “tontopollesca” del espécimen, para que el “Tontopolla” se sienta en su salsa.

Desde aquí pongo sobre el tapete la reivindicación de que se nombre especie protegida al “Tontopolla”, para que pueda ser reagrupado en hábitats específicos para ellos. Así podremos admirar lo curiosa que es la Madre Natura algunas veces, permitiendo la existencia de estos ejemplares, a la vez que nos ahorraremos escuchar y/o aguantar a esta especie, y tener que soltar cuando lo vemos alejarse eso tan recurrente de:… “déjalo… es que es TONTOPOLLA”.

03 julio 2011

Vámonos.. ¿Pa la playa?????

“Niña, las seis de la mañana, levanta que si no cogemos atasco”, “¿Echo este bañadó, tu me ves gorda con el?” “Nooooo, está bien, ¿Quieres acabar ya de hacer la maleta?” “Tu desayuna ligero que ya estoy acabando, ya nos vamos” “¿Lo llevamos todo?”, “Algo se nos olvidará, seguro”, “¿Lo ves? Te dije que nos iba a pillá to el atasco, cagüen….”, “Qué calor, ¿pon el aire no?”, “Enciéndeme un cigarrito, anda”, “¿queda mucho, estoy ya que me va a dar algo?”, “Ea, ya estamos aquí, a ver donde aparcamos que esté cerquita de la playa…”, “Joé como está todo de coches, ¿Dónde está la crisis, ome?”, “Ah, mira, ese se va , po ahí mismo lo dejo”. “¿Aquí? Pues vaya caminata que nos vamos a dar hasta la playa, hijo”, “Coge los bártulos del maletero, venga”.

“La leche, cómo quema la arena”, “esto esta abarrotao, ¿dónde nos ponemos?”, “ahí hay un huequecito”, “ahí no, mujer, que me coge mu lejos el chiringuito”, “clava la sombrilla, cariño, que yo voy a dar un paseíto por la orilla”, “ea, pues voy pal chiringo”, “¿cómo? Uno cincuenta la caña?, joé con los precios” “dame crema en la espalda, anda que quiero tostarme”, “deja de mirar a la del top-less”, “niñoooo, con la pelotitaaa”, “¿Un bañito?”, “Saca la tortilla”, “esto está to lleno de arena”, “recoge, recoge, vámonos p’atrás que esta subiendo la mareaaa”, “niño, ¿por qué no le salpica en la espalda a tu puñetero padre?”, “Me estoy pinchando con las conchitas y las piedrecitas, ¿no había un trocito de playa lisa pa entrar en el agua?”, “yo me voy pa fuera”,”ea to los pies llenos de arena”, “la cerveza, la fanta, la cocacolaaaa”, “mira, mira, la avioneta del Sevilla”…

“Vamos a ir recogiendo, ¿no?” “¿Otro atasco?, ¿la gente no tiene otra hora pa volvé a su casa, hombre?”, “Para en la próxima gasolinera que no me aguanto”, “A este paso llegamos a las tantas”,”¿queda tortilla? Porque me parece a mi que cenamos en el coche”. Nada, decidido, voy a comprar una piscina pa la azotea, y como me digas otra vez eso de “vámonos mañana a echar el diíta en la playa, te juro que me meto en la piscina y aguanto la respiración hasta que me ahogue… donde se ponga un buen aire acondicionao….

¿Esto es el amor?

Me lo encontré en la esquina de una calle cercana a casa cuando venía de comprar unas cervezas para ver el partido. Debería tener como unos cincuenta años, aunque aparentaba al menos setenta. Su barba se había ensuciado y alargado con el devenir de los vaya usted a saber cuántos años que llevaría en aquella situación. Normalmente hubiera pasado de largo tragando saliva como hace la mayoría de la gente, pero no sé qué raro instinto aquella vez me indujo a mirarle y acercarme a él. Llevaba un pantalón vaquero que se le había quedado ancho por la inanición, atado con un cordel, unos zapatos agujereados de piel color albero y desatados, y una camisa a cuadros con algunos jirones. Me llamó la atención un moratón en su mejilla izquierda. No dije nada. Simplemente me senté junto a él, e intenté absorber su energía. Me miró con extrañeza, y sólo intuí a decirle: “¿un trago, amigo?”, mientras le ofrecía una birra. Extendió su mano y espetó un tímido “gracias”, casi con un aire de emoción. Fue ahí cuando sin preguntarle, me contó su terrible historia.

La mujer de la que estuvo enamorado, se enamoró de otro hombre. Se quedó con su casa, con sus hijos, y se dedicó a ir difundiendo rumores falsos sobre su comportamiento con ella, de forma que lo echaron del trabajo, sus amigos le dieron de lado, sus hijos lo repudiaron, y se vio solo. En la puñetera calle. Sin trabajo, sin familia, sin opciones. Pero también me contó que a pesar de todo el daño que le habían hecho, se había propuesto sobrevivir cada día. Levantarse y mirar la vida aunque fuera desde el suelo. Me contó que había caminado por todo el país, comido basura de otros, o incluso a veces manjares tirados por algunos restaurantes. Que se sentía orgulloso de no haber pedido jamás, ni siquiera para comer. Le noté un tono melancólico pero orgulloso al mismo tiempo mientras me hablaba y apuraba su cerveza. Me dio de nuevo las gracias y se marchó, echándose al hombro un saco de esparto con una manta y algunos efectos personales. Todo esto me hizo hacerme una sola pregunta cuando volví caminando a casa y terminándome mi cerveza. ¿Esto es el amor? A veces no somos conscientes de todo el mal que una mujer puede hacerle a un hombre solo contando mentiras, cegados por todos los casos de malos tratos que vemos diariamente en televisión. De toda esta historia me quedo con un solo detalle, que me hace creer en el amor. Aquel mendigo, contando aquella terrible historia, no tuvo ni una sola mala palabra, para la mujer que destrozó su vida… Es para pensárselo.

¿Y usted quién querría ser?

A veces querría ser otras personas. ¿No les ha pasado nunca? Yo me lo planteo muchas veces, y me encantaría meterme en la piel de gente a la que admiro tanto que ni ellos mismos se lo imaginan. A veces me encantaría tener la facilidad de palabra malsonante pero culta a la vez que tiene Pérez Reverte. Me encantaría ser tan “rancio” como Paco Robles y tener su ingenio y su humor. A veces me gustaría tener esa sensibilidad de la “tribu” (como él nomina a su cuna agraria) que tiene García Barbeito, poseer la extraordinaria sencillez de García-Rayo, tener la facilidad para ir a pecho descubierto y sin importarle las consecuencias que tiene Juan Carlos Aragón. Querría modelar y dar vida a trozos de madera o barro como lo hace Miguel Ángel Villa, y tener la dignidad, la bondad y la sabiduría de Valentín Pinaglia.

Quisiera tener la imaginación de José María Requena, o la de Manolo Martínez y escribir como él. Quisiera saber rimar como Sabina, y saber expresar y contar historias como él las cuenta. A veces me gustaría cocinar tan bien como mi amigo Tobalo, tener el arte de Macedo y la humildad de Matute. A veces me gustaría ser tan apasionado con mis cosas como lo es mi queridísimo Juan Francisco Rosado en las suyas, o tener el espíritu libre de Paco Eslava. Disfrutaría teniendo a veces la locura y la inquietud de mi querido Nacho (futuro director de cine de éxito, estoy seguro). Es ese momento en la vida de toda persona (o al menos toda persona debería tenerlo) en el que se plantea la suerte que le toca, al tener cerca a personas que le aportan tantas cosas. Unas cosas más superficiales que otras y otras más íntimas que unas.

Yo siempre me he jactado de tener pocos, poquísimos amigos, pero muy buenos. Pero también me vanaglorio de tener cerca a gente que en su medida me aporta tantas cosas buenas, que considero una pérdida de mi tiempo pasarlo con gente que ya no me aporta nada, o que lo que me aporta es malo. No es que tenga nada en contra de la gente de la que me alejo, que a veces es al revés, parece que para cierta gente soy un indeseable y muy mala persona (en el infierno el mismo Satán debe estar preparando un fiestón esperando mi llegada), es simplemente que considero que si yo no puedo aportarles nada a esa gente, ni esa gente a mí, hace mucho tiempo que derribé de la pared de mi habitación la estantería de las relaciones vacías. Y admiro a mucha gente más que la que va nombrada aquí, pero no tengo espacio suficiente. De todas formas, soy lo que soy, un poquito gracias a todos ellos, así que lo dicho. GRACIAS POR ESTAR CERCA.

Y si dicen, que digan...

Mi amigo Anselmo es gilipollas. No es mala gente, pero es gilipollas. Es de estos que siempre anda cuchicheando, buscando el ultimo chisme o cotilleo de los que le rodean, y está siempre deseando soltarlo a la primera de cambio al primero que se encuentre. Se cree el “Jorge Javier” de mi pueblo, y claro, mi pueblo que es un “Sálvame Deluxe edición cateta”, pues le viene como anillo al dedo. Por eso dice el bueno de Anselmo que de aquí no se va ni a tiros.

Y es normal porque este bendito y a la vez maldito pueblo en el que unos tratamos de vivir y otros de convivir, y otros de “sobrevivir” (como es mi caso), siempre estamos más pendientes de la mancha en la puerta del vecino, que de la mierda que hay debajo de nuestro sofá. Y aunque parezca mentira, en pleno siglo veintiuno, aún hay gente que juzga sin conocer, que tiene una idea de Fulano o Mengano sin haberse parado jamás a conocerlo o acercarse a charlar con él tranquilamente. Nos preocupamos de hacernos los interesantes extendiendo rumores del tipo “fulanito esta con menganita”, o “setanita le ha puesto los cuernos a cancanito”, aunque no sepamos si es cierto o falso. Qué más da. Lo importante en las personas como Anselmo, de las que esta ciudad rebosa, es evadirse de sus tristes vidas, para preocuparse de joder la de los demás. Porque Luego resulta que Fulanito solo es amigo de Menganita, y que Setanita quiere más a Cancanito que todas las cosas. Pero eso a Anselmo no le importa, aquí lo que importa es que haya rumores, cosas de las que hablar, para sentirnos “Jorgejavieres” una vez al día como mínimo. Y si el pueblo se va al mismo carajo no importa. Siempre tendremos a un Anselmo que escuchar (ahí está también parte del “delito”) para evadirnos de la realidad que debería importarnos y preocuparnos realmente de bañar con mierda la vida de algún ciudadano al que juzgaremos, vestiremos de limpio y al que ni siquiera conocemos de más que cruzárnoslo por la calle. Sí amigos, sí. ESTO ES CARMONA. Les dejo que viene por ahí Anselmo y llevo ya mucho tiempo harto de aguantar gilipollas. Y si alguno de ustedes es un “Fulanito” o una “Setanita” hagan lo que dice una buena amiga mía. Espeten esta frase genial: “si dicen que dizan, en no fuéndolo, ni falta que me importa”.
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