17 abril 2015

OTRO TIPO DE "SUPERVIVIENTES"

Pues sí, lo admito, he caído. He vuelto a ver "Supervivientes". Pero la ocasión lo merecía. El caso es que no he podido (ni querido) verlo entero, porque ya sabéis lo que pienso de los "realitys" y sobre todo de la mayoría, no todos, pero sí la mayoría de sus invitados. Cuando he llegado a casa de ver ganar (otra vez) a mi Sevilla F.C., zappeando he parado un poco en Telecinco. Carmona es un pueblo muy "pequeño" en el sentido de que cuando un personaje conocido de nuestra tierra como es Carmen Gahona se apunta a un programa de televisión nacional, lo lógico es que genere interés. Por eso he usado "pueblo" y no "ciudad", pero a lo que vamos. Carmen en este pueblo ha sido: empresaria, trabajadora (mucho, muchísimo), candidata a alcaldesa, rociera, madre luchadora y no sé cuántas cosas más. Yo la conocí gracias a mi primera etapa en "Onda Carmona" cuando los estudios estaban en la Plaza de Abastos, donde ella regentaba su restaurante de comidas caseras "Ancá Carmela".

El caso es que en el descanso del partido, un vistazo a mi twitter me hizo leer que Carmen había sido descartada finalmente del programa "Supervivientes" por cuestiones médicas. Carmen tiene una enfermedad por desgracia muy común en nuestra sociedad: es diabética. Como mi madre... Como mi abuela... como mucha gente que conozco... Pero si ya tenían ese dato, punto primero, me parece absurdo haberla hecho ir a Honduras para luego no dejarla participar. He visto el momento en el que el conductor del show (ni nombrarlo quiero), le comunicaba que no podía participar, debido al alto riesgo que supondría para Carmen la dureza de las pruebas que se hacen en el programa, la ausencia de comida, o las condiciones del propio concurso. Lo cierto es que me ha dado lástima, no pena, que para sentir pena hay otras cosas más importantes en la vida. He visto a su hija Séfora (otra luchadora) mandarle apoyo y emocionarse ambas. 

Pero más allá de la participación de Carmen en mi odiada, repulsiva, inculta y vomitiva prensa del corazón, el trasfondo que he visto en esta escena del descarte de Carmen Gahona me ha hecho percatarme de que no necesita estar en "Supervivientes" para ser uno de ellos. Pero no de los "Supervivientes" de Telecinco, sino de la vida. Ser diabético hoy en día, aunque hay muchos avances médicos, es una auténtica putada. Sobrevivir sabiendo que tienes que privarte de ciertos alimentos, controlarte (a veces de por vida) tu sangre y niveles, pincharte insulina o tomar pastillas (a veces de por vida) y seguir adelante sin derrumbarte, es de auténtico héroe, de auténtico Superviviente.  La diabetes es algo que conozco muy bien, como decía, por causa de mi abuela y mi madre, y de muchos otros amigos y seres queridos que la han sufrido o la sufren.

Carmen es un "animal mediático" en potencia y en Telecinco lo saben. Pero no encuentro de recibo que la hagan ir a un programa para hacerla volver. Mi apoyo a Carmen y a toda su familia, pero no por el programa (ni por los platós que ahora hará seguramente, a quien Dios se la de, que San Pedro se la bendiga), sino por la lucha diaria que tuvo en su vida personal, y la que ahora tiene contra esa maldita lacra que se llama diabetes. De momento ha conseguido algo que nunca pensé que iba a hacer, que era ver durante más de 5 minutos un reality de Telecinco. Nunca olvidaré, Carmen, aquel riquísimo caldito del puchero que nos ofreciste a mi compadre Falcón y a mí, aquella noche fría en la que salíamos a las tantas de la radio, arreciítos y solitarios. Esa es la verdadera Carmen, la que espero que en la tele nunca conozcan, porque es un tesoro, generosa, valiente, humilde y rebelde, y ahora gracias a la tele me entero que también Superviviente. Y la tele mata a la gente así. 

Lo dicho, hoy he visto "Supervivientes" y mi apoyo a Carmen, es precisamente por el handicap que la ha impedido participar. Y conste que lo he visto por ella.... aunque encontrarme con Lara Álvarez también ha ayudado, las cosas como son...  Va por todos los auténticos SUPERVIVIENTES. Ánimo diabéticos.

05 abril 2015

SEMANA SANTA _(VIII): SÁBADO SANTO

Se abre a las seis de la tarde la puerta de la nostalgia. La que nos invade a todos los cofrades por saber que la vida de la Semana se agota. El cortejo exquisito donde todos caben para dar Santo Entierro a un Señor de Buiza, antes de que la calle quede en la más melancólica Soledad. En ese sepulcro que siempre debería haber estado (y tiene que volver YA) al refugio de la "Señá Santa Ana", no sólo cabe el cuerpo sin vida del Hombre más grande de todos los tiempos. Caben la fe y los corazones divididos de los cristianos entre la tristeza de la muerte y la alegría de la resurrección que se producirá en unas horas.

Cabe la pasión entera en forma de estandartes y varas que aportan el colorido a la jornada gris en el ánimo de nuestras vidas. Y cabe la vida de todos nosotros, la que representan la Iglesia, las Fuerzas de Seguridad y Orden Público, y el Ayuntamiento. Y cabe una nueva cuenta atrás que comienza a las doce de la noche cuando las campanas anuncien a los creyentes que la profecía se vuelve a cumplir y Cristo sigue vivo en nuestros corazones. Donde él dijo que estaba el Reino de los Cielos, en nuestro propio interior, donde radica, nace y aflora la fe. 

La Soledad que nos legara Francisco Buiza no nos deja nunca estar solos, y si llegamos a estarlo con ella encontramos el consuelo de la compañía del Sábado más santo de la ciudad. Y a partir de ahí todo vuelve a fluir, que decían los griegos. Fluye la Pascua de Resurreción, fluye otro año entero de trabajo puertas adentro de las hermandades que el noventa por ciento de la ciudad no conoce. Todo empieza a limpiarse y guardarse con un rito que en realidad es volver a empezar la Semana Santa del año siguiente.

Es nuevo comienzo con apellido de fin que no lo es tanto. Las profecías se cumplieron, los pies están doloridos, y el alma entristecida pero con un halo de Esperanza. La Esperanza verde de nuestras almas que contarán 349 días hacia atrás en el calendario, mientras se viven Corpus y Novena que harán que la espera pase más deprisa. El orden de todas las cosas se mantiene como se mantiene el orden exquisito del cortejo del Santo Entierro, la hermandad joven de Carmona que desde el primer día aprendió a hacer bien las cosas y las mejoró a pesar del deshaucio de su casa.

No sólo ha resucitado el Señor, todos los cofrades lo hemos hecho, empezamos un año nuevo, una espera nueva, una vida nueva. Y si esta Semana ha servido para que muchos (incluso los no creyentes del todo) sean un poco mejores durante siete días, aquel martirio y muerte del Hombre de Nazaret ya simplemente por eso tiene sentido. Vuelve a tenerlo, y así ha sido durante dos mil años, y así será como el propio Jesús dijo a sus Apóstoles en la resurrección: "No temáis... yo siempre estaré con vosotros... hasta el fin de los tiempos."

04 abril 2015

SEMANA SANTA (VII): VIERNES SANTO

¿Saben ustedes lo que ve se desde el silencio, detrás del silencio? Si nunca han vivido la experiencia yo se lo cuento. Se ve la extensión de la esperanza con los primeros rayos de sol de la tarde, sofocantes pero silenciosos, para que Dios por primera vez en las calles de Carmona a estas horas, cobije a los Desamparados. Se ve el rito del esparto en un gran número de casas adentro, se ve una cruz de Jerusalem y una medalla de cordón rojo sangre. Se ve el camino que según las normas "el hermano hará solo, sin hablar con nadie y por el camino más corto hasta la Iglesia".

Y en ese camino corto de la Humildad del Nazareno y la Paciencia del que esperó al Viernes de nuestras vidas, desde el silencio se ve cómo el blanco ilumina la caída de una tarde, que a pesar de ser la de un Viernes Santo y a pesar de conmemorar la muerte del Hombre más grande todos los tiempos, se torna viernes de "Dolores" en palios de cajón. Se ve el bullicio y la algarabía de quien celebra el día de fiesta con las mejores galas, y se ve la tradición del traje o la corbata negra. Se ve la visita de mañana al Monumento por San Bartolomé, mientras el Señor de Carmona aguarda su catequesis de asfalto penitente.

Detrás del silencio se ve el morado y el negro nadando a través de un mar de blancos penitentes que, por la confluencia de horas, son los primeros en recibir a los primitivos nazarenos de Carmona camino a su formación de filas.  Desde el silencio se ve una iglesia a oscuras, con un rezo hacia dentro, mientras los últimos coletazos del sol intentan colarse por las vidrieras. Se ve (se oye, más bien) el cerrojo de la puerta de la fe, que abre camino a la devoción nazarena primitiva, y se ve como desde el silencio, el Silencio se va abriendo paso callando el bullicio.

Desde el silencio se solía ver una garganta con sien plateada que nos recordaba la irónica "justa sentencia que mandó hacer Poncio Pilato" y que se quedó en el más eterno silencio. Ya nada volverá a ser igual sin Paco Moya en el crepúsculo eterno de los Viernes de la Semana.  Pero detrás del silencio se siguen viendo las miradas de sobrecogimiento por el orden del cuerpo de los Primitivos, mientras en la noche callada, el viento trae el sonido de los tambores que marcan el paso blanco de un señor que espera con Humildad y Paciencia a su madre de Dolores. Y se ve, créanme, porque desde el silencio, detrás del silencio, oír las cosas es una forma de verlas.

Detrás del silencio se ve una virgen de diez varales con carita de porcelana, que huele a azahar y a madre nazarena; y suena a crujido de bambalina de plata, que l recuerda que "Un puñal atravesará Su alma". Y se ven corazones penitentes que nunca abandonarán su fila, mientras se enfundan en sus pasos la exquisita puntualidad durante tres horas divinas y eternas. Se ve la tradición que a veces no está reñida con la modernidad, y unas hermanas con la advocación de la Cruz que rezan cantando al Nazareno de los nazarenos. 

Se ve (se oye más bien) de nuevo el cerrojo y el camino de vuelta del hermano de nuevo "solo, sin hablar con nadie y por el camino más corto" a desvestir el alma hasta que de nuevo se vista de negro y morado, y se ve la convivencia en la que se habla de cómo ha ido todo. Detrás del silencio, del de todo el año se rememoran montajes de pasos y altares de quinario, se planea una mañana de Corpus con una Pastora celestial, y se saborean los manjares que calman el vacío del ayuno.

Usted puede ver todo eso si se fija bien. Porque es es verdad que se pueden ver cosas desde el silencio, detrás del silencio, en el silencio, porque ese "silencio" del que le hablo es con el que cualquier hermano de "Nuestro Padre" convive desde que se levanta, hasta que llega a casa, después de haber cumplido con el rito de su Estación de Penitencia... detrás de su antifaz morado... detrás del Silencio... desde el Silencio...

03 abril 2015

SEMANA SANTA (VI): JUEVES SANTO

Hasta que no he caminado buscando el coche para volver a casa, por las callejuelas solitarias  del barrio de mis sueños, no he sido consciente de todo lo que ha pasado esta noche. Ni he sido consciente de la nostálgica pero bella estampa que es precisamente el barrio de mis sueños cuando todo acaba, cuando las puertas de Santiago se cierran no para recoger la cofradía, si no para custodiar los, ahora solitarios pasos de La Columna, cuando todo el mundo se ha marchado a casa o a recordar las anécdotas de esta noche con un café por delante.

Hasta que mis pies no me han avisado que ya estaba bien la noche, no he sido consciente de cómo venía andando el Señor en la Columna, de como ha iluminado la mecida elegante de la Virgen de la Paciencia, de cómo ha sido cómplice de la dulzura y el poderío la rosa malva del Cristo, de cómo han ayudado a la grandeza de la Virgen la rosa de pitiminí y la clavellina. De los nervios previos, del calor, de las amistades recuperadas, de los besos y gestos de ánimo y los deseos de "Buena Estación". De los pensamientos en quien me ha faltado a mi lado hoy... o debajo de los pasos... o detrás del antifaz azul...

Hasta que no he respirado el aire de la quietud de la madrugada en el barrio de los kíkilis no he sido consciente de que un año más cumplía el rito que llevo cumpliendo (a veces sin poder acabarlo por la neuralgia) desde los cinco años. De que todo volvía a ser como antes, como las noches que se auguraban mágicas por Fermín Molpeceres, como aquellas en las que se subía San Marcos y se bajaba Luis de Rueda. Todo volvía a ser como antes, cuando la Virgen de la Paciencia lucía esplendorosa sobre todo aquello que la acompañaba a su paso por las calles. Todo era como cuando a Macedo se le mete un ángel en la garganta y pronuncia palabras que llenan los ojos de lágrimas, y los cuellos de sus costaleros de una fuerza insospechada para dar levantás enormes.

Todo era como cuando Matute sabía hacer que sus hombres se pusieran de rodillas dos veces, y dos veces se levantaran como si nada, con lentitud, con mimo, y Santiago rompía en aplausos. Todo era como cuando brotaban las lágrimas de emoción y satisfacción al recogerse la Columna, o como cuando se paraba en la calle del "Porrita" para un refrigerio, o como cuando Lucía no era Hermana Mayor si no miembro del Grupo Joven. Todo era como cuando lo soñaba y me vestía de acólito para portar un cirial. Todo ha sido igual, pero renovado. 

To ha sido así y yo no he sido consciente, hasta que no he recorrido las solitarias calles del barrio de mis sueños. Y me doy cuenta ahora, con mis pies doloridos, y mi alma curada otro año por la felicidad que me supone sentir lo que siento por mi Hermandad de la Columna, por su gente, por todo lo que supone, y por seguir deseando la utopía de vivir un día en el barrio de mis sueños. Todo se ha resumido en el tiempo efímero que pasa entre el "esto ya está aquí" y el "otro año más, a esperar al que viene". Y hay quien espera, otros lo sentimos cada día, y eso es lo mejor, porque cuando lo sientes cada día, y te hace un Jueves Santo como el de hoy, lo vives de forma tan intensa, que no eres consciente de que es como los de antes, como los de siempre. No eres consciente, hasta que no recorres las vacías y silenciosas calles de Santiago, cuando ya todo ha pasado... 

02 abril 2015

SEMANA SANTA (V): MIERCOLES SANTO

¿Alguna vez ha probado usted algo con dos sabores?¿Una pizza, un helado?¿Un simple caramelo? En los días y las noches del Miércoles de la Semana también hay dos sabores para el alma. Son los sabores del arrabal de extramuros cuando se va llegando a San Francisco. Yo no respiro bien el Miércoles Santo si no oigo tañer la campana de la Capilla a las siete en punto de la tarde. Y es entonces cuando se prueba el primer sabor del día. El sabor del recogimiento que talló la mano inolvidable de Eslava, aderezado con un Descendimiento que tiñe de negro luto y silencio todo San Francisco.

Es el sabor bendito del racheo y del cimbrear de dos escaleras que se poyan en nuestras almas. Como me dijo esta mañana Antonio Bermudo: "El mejor patrimonio de la Quinta Angustia es el que nos han ido dejando nuestros antepasados". Pero el patrimonio de sobrecogerse, de la piedad por ese Cristo que desciende de su Cruz, del silencio en el que hablan las miradas cuando pasa, también es patrimonio de los antepasados de todos nosotros. Un patrimonio que estamos obligados a legar a nuestros hijos.  Y les contaremos en ese patrimonio que la tarde se hizo noche cálida, y sin viento, para que la penumbra de Tinajería y Tahona ensalzara mucho más la inmensa cofradía del Descendimiento.

El patrimonio de tantas saetas quedará en los libros de historia de nuestros oídos, el del orden de los negros nazarenos en el tratado de nuestros ojos, y el de la estampa de una noche como esta en el tomo primero de nuestros recuerdos. Y así va pasando, callado, a paso largo unas veces y racheo cortito otras, el Señor del Descendimiento, casi sin que nos demos cuenta. Dejando tanto en tan poco tiempo. Arrancándonos una señal de la cruz por respeto, una plegaria para nuestros adentros, y puede que alguna lágrima al recordar a los que ya no están, y dejando paso por sorpresa al otro sabor.

El sabor de los pequeños que escoltan a una Virgen con la palabra "Madre" en su título, porque es Señora y MADRE de las Angustias. Y como Madre ampara a todo el barrio hasta el punto de llevar bajo su manto y su peana, prendas de hermanas y hermanos que están ahora inmersos en una batalla contra la peste del siglo veintiuno. Y que están luchando por ganarla, y su forma de pedirle fuerzas a las Angustias, y su forma de estar en la Estación de Penitencia, ha sido dejando sus prendas (muchas de ellas pañuelos) bajo su amparo.

Y es el sabor de la alegría y el fervor desbordados en dos calles estrechas con nombres de talleres de oficios antiguos, donde se fabricaban las tinajas para guardar lo que nos daría de beber y donde se cocía el pan nuestro de cada día. Y no se corta quien le sale del alma y la voz un "¡Angustias, guapa!", y no cesan los aplausos y las petaladas, al tiempo que se aguanta el paso para que caigan las flores y se baila sobre los pies bajo un paso, con la banda sonora de una banda del "Arrabal". Y el sabor de la belleza de una Virgen Morena que cuesta aguantarle la mirada sin emocionarse. Sin mirar al lado y ver cómo (por poner un ejemplo tan simple como grande) un hombre hace de lazarillo a su mujer invidente.

Yo los he visto y he rezado por ellos. Porque si grande es el esfuerzo de ella intentando imaginar lo que pasa por su ojos sin poder verlo, más grande es el esfuerzo de su esposo intentando ser sus ojos. ¿Qué le contará, Angustias, que ella no pueda imaginarse cuando te oye pasar? Te he pedido que los bendigas a ambos, por favor, atiende mi ruego.  

Y tengo aun el regusto del sabor del "cangrejeo" por Tinajería mientras vi todo aquello, que todavía me queda en el paladar. Saboreo aún la marea de gente queriendo a las Angustias, siendo o no del barrio, mirándola andando hacia atrás, llorando de emoción porque saben que se acaba, y por el patio de la Capilla de San Francisco ilumina la luna del Jueves más Santo de todos los Jueves.  Y tañe otra vez la campana y ahora haciendo acopio de tantas emociones, me queda el dolor en el corazón porque no habrá otro Miércoles Santo como el de hoy. Los habrá mejores, puede, o peores, Dios no lo quiera, pero no como éste.  Porque en San Francisco los Miércoles eternos de nuestras vidas son siempre diferentes cada año, y encima, colman los sentidos ofreciendo dos sensaciones tan dispares y que tan bien se complementan. Dos sentimientos, dos sabores: El Descendimiento y las Angustias. El Hijo y La Madre. 

Para la noche que antecede a los días grandes de la Semana, no creo que se pueda pedir más. Que Dios bendiga a San Francisco, a la Quinta Angustia, y a todos sus hermanos y a los que como yo, queremos a esta Hermandad desde muy pequeñitos, aunque no figuremos en su nómina. 

01 abril 2015

SEMANA SANTA (IV): MARTES SANTO

¿Quién ha dicho que no se puede controlar el tiempo? Quien lo dijera me causa compasión, porque no ha vivido en su pellejo el Martes de la Semana en la Judería.  Porque el tiempo se para en la Judería. Todo se magnifica en la Judería. Y en la Judería, resulta que también se juega con el espacio, porque se vuelve Judería media ciudad, concretamente desde la Plazuela de San Blas, hasta la Prioral de Santa María, pasando por la muralla que guardó como un tesoro el corazón de milenios de historia grande y heroica.  Hoy parecía que el Señor de la Expiración miraba al sol ordenándole que tuviera compasión de su cortejo (en que van muchos niños), en lugar de expirando. 

¿Y sabe usted lo que ocurre cuando pasa San Blas? ¿Lo ve? Porque yo veo cosas que puede que pasen desapercibidas. Veo un río de capirotes rojos y túnicas blancas que se funden con la cal de las paredes, formando un "todo" de dimensiones inalcanzables. Veo las caras de la gente del barrio y de los que no son del barrio, con los ojos encharcados de emoción sólo por oír cómo se habla debajo del Señor de la Expiración y debajo de la Virgen de los Dolores. Veo que en su salida y su recogida, el bullicio de los nazarenos se torna una contención unánime de la respiración, hasta que los Primeros Vecinos del barrio salgan a la calle.

¡Y cómo salen, oiga! Cristo empuja a Dimas y Gestas, porque sabe que es un trámite de medio minuto que lleva a cabo el esfuerzo de cuarenta corazones. Y la Virgen ni se entera, parece que ni siquiera anda sobre treinta cuellos, sus varales se mueven tan poco, que se me antoja que más que salir, simplemente aparece en la Plazuela. Y una vez en la calle es lo que yo decía: Carmona se vuelve judería desde el Raso "p'arriba". Y como el propio señor de la Expiración dice en ese último halo de vida: "Todo está consumado". Y sigo viendo cosas. Sigo viendo medallas al cuello de quien no está en la procesión y luce con orgullo sus sentimientos.

Y veo lágrimas, y ganas de aplaudir desde que sube por Barbacana. Y los aplausos se desgranan como las hojitas de las tantas petaladas que le caen desde que la Judería vuelve a la Judería en el Martes eterno de nuestras vidas. Y se vuelve a magnificar todo. Tanto que los vecinos del barrio se multiplican por miles, porque el barrio se inunda de gente del barrio que no está en el catastro registrada en el barrio, pero se siente del barrio. Y el barrio los acoge y les abre sus puertas, como hacen los vecinos del barrio durante todo el año.

Igual por eso es verdad que se para el tiempo. Igual es verdad que por eso San Blas es la cuna del repeluco y la algarabía cuando llegan su Cristo y Su Virgen. Por eso hasta los Dolores se tornan Expiraciones de nuestras almas rendidas ante el poderío de la sencillez y la bondad del Hijo que es de Dios (y de Eslava) y de Su Madre. Y todas las flores de los balcones quieren ser de cera para ir cerca de la Virgen, y todas las gargantas quisieran saber cantar saetas para el Señor. Y se quedan muy cortas las palabras que uno pueda decir cuando oye otras palabras en la Judería. 

¿Qué quieren que les diga, si gracias a mi abuela y mi madre, un poquito de San Blas me corre por las venas? ¿Qué le hago yo si me pongo a intentar contar un Martes Santo y sólo me salen emociones y no crónicas periodísticas (ni quiero que salgan)? No puedo hacer otra cosa que respirar hondo para expirar una plegaria cuando pasa Él, y dar un beso de los que causan Dolores en los labios cuando pasa Ella. Y aguantar el nudo en la garganta y las lágrimas en mis ojos cuando lo cuento por un micro, y cuando veo San Blas en alguna esquina oculto entre la gente y pienso en tantos que querrían tener mis ojos para estar viendo lo que yo. ¿Se puede causar más grandeza que esa? 

Y ya en la plazuela, ver a la Expiración duele. Duele porque "Todo esta consumado". Otra vez. Se consuma el Martes Santo en los naranjos, que ya van floreciendo el azahar de la madrugada del Miércoles de Angustias. Por eso se recogen sin prisa, porque el barrio quiere tanto al Señor de la Expiración y a la Virgen de los Dolores, que tienen el capricho de retenerlos, de relentizarlo todo, de volver a pararlo todo porque hasta dentro de un año no vuelven a verlos pasear. Y en la Expiración saben que en la plazuela no mandan ellos, manda el barrio, y por eso obedecen y aguantan un poquito más el esfuerzo. Porque pide el barrio, siente el barrio, ordena el barrio y ante eso no queda otra que claudicar.

Pues ya está, para qué más palabras. Si es que esto es la Judería, eso es San Blas, y ese es el Martes Santo eterno en nuestros corazones por los siglos de los siglos. Qué pena me sigue dando aquel que dijo, que no se podía detener el tiempo, porque estoy seguro que nunca, nunca, nunca, vivió un Martes Santo en Carmona, mientras por cualquier calle, rincón o plaza, pasaba la Expiración, desbordaba San Blas, inundaba la Judería, los recovecos de la mente y el corazón, que hacen que se detenga el tiempo. 
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