A veces querría ser otras personas. ¿No les ha pasado nunca? Yo me lo planteo muchas veces, y me encantaría meterme en la piel de gente a la que admiro tanto que ni ellos mismos se lo imaginan. A veces me encantaría tener la facilidad de palabra malsonante pero culta a la vez que tiene Pérez Reverte. Me encantaría ser tan “rancio” como Paco Robles y tener su ingenio y su humor. A veces me gustaría tener esa sensibilidad de la “tribu” (como él nomina a su cuna agraria) que tiene García Barbeito, poseer la extraordinaria sencillez de García-Rayo, tener la facilidad para ir a pecho descubierto y sin importarle las consecuencias que tiene Juan Carlos Aragón. Querría modelar y dar vida a trozos de madera o barro como lo hace Miguel Ángel Villa, y tener la dignidad, la bondad y la sabiduría de Valentín Pinaglia.
Quisiera tener la imaginación de José María Requena, o la de Manolo Martínez y escribir como él. Quisiera saber rimar como Sabina, y saber expresar y contar historias como él las cuenta. A veces me gustaría cocinar tan bien como mi amigo Tobalo, tener el arte de Macedo y la humildad de Matute. A veces me gustaría ser tan apasionado con mis cosas como lo es mi queridísimo Juan Francisco Rosado en las suyas, o tener el espíritu libre de Paco Eslava. Disfrutaría teniendo a veces la locura y la inquietud de mi querido Nacho (futuro director de cine de éxito, estoy seguro). Es ese momento en la vida de toda persona (o al menos toda persona debería tenerlo) en el que se plantea la suerte que le toca, al tener cerca a personas que le aportan tantas cosas. Unas cosas más superficiales que otras y otras más íntimas que unas.
Yo siempre me he jactado de tener pocos, poquísimos amigos, pero muy buenos. Pero también me vanaglorio de tener cerca a gente que en su medida me aporta tantas cosas buenas, que considero una pérdida de mi tiempo pasarlo con gente que ya no me aporta nada, o que lo que me aporta es malo. No es que tenga nada en contra de la gente de la que me alejo, que a veces es al revés, parece que para cierta gente soy un indeseable y muy mala persona (en el infierno el mismo Satán debe estar preparando un fiestón esperando mi llegada), es simplemente que considero que si yo no puedo aportarles nada a esa gente, ni esa gente a mí, hace mucho tiempo que derribé de la pared de mi habitación la estantería de las relaciones vacías. Y admiro a mucha gente más que la que va nombrada aquí, pero no tengo espacio suficiente. De todas formas, soy lo que soy, un poquito gracias a todos ellos, así que lo dicho. GRACIAS POR ESTAR CERCA.
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