23 marzo 2023

CUARESMA 2023 (III): "El casi fin de la espera".

 Antonio García Barbeito comenzaba su pregón de Semana Santa en 2010 con unos versos que decían: "Parece que es la hora y no es la hora (...) Parece que está todo y algo falta (...) Pero mirad al sol haciendo guiños, en los ojos sagrados de los niños donde se purifica la mañana. Esperad, mis impacientes paisanos, para tocar el cielo con las manos, nos falta solamente una semana". 

Y a tres días vista del pregón de este año, no hay palabras más acorde con el revoltijo de sentimientos que los cofrades, católicos y creyentes, tenemos estos días. El "esto ya está aquí" empieza a escucharse, a leerse por las redes sociales... y aunque parece que esa frase se nos clava como una sentencia cierta, lo cierto es que parece que cada año los cofrades se desviven por soltarla antes. 

La impaciencia con la que un cofrade espera su "Semana de las semanas" cada año se aferra más a la avidez del cariño. Pero en estos días en los que los Quinarios ya pasaron, se desmontaron sus estructuras, bajaron los titulares de su altar de cultos, para prepararse para besapiés y/o subida a los pasos; justo en estos días, es cuando el corazón se apodera más de la cabeza y del "runrún" en el estómago. 

Se quema el doble de incienso en casa y en las hermandades, se le sube el volumen a las marchas en el coche o en el altavoz, se mira la predicción del tiempo compulsivamente, las torrijas se devoran casi por inercia... y todo porque "esto ya está aquí, pero no". Porque ronda en el fondo del alma la dualidad de querer que la Semana de las semanas llegue, y a la vez no querer que pase. La dolencia asumida de lo largo que se hace el año en una hermandad, lo cuasi eterna que se hace la espera inmediata durante la Cuaresma y lo fugaz que pasan los siete días de la Pasión. 

Puede venir a la cabeza de los cofrades ese sentimiento de vacío y de nostalgia al desmontar el paso y limpiar y guardar enseres, que ya no serán utilizados hasta alguna representación de Gloria o hasta el Corpus. El lamento que usa el calor y la feria como pañuelo de lágrimas hasta volver a la actividad de hermandad. Son solo algunos ejemplos de lo que puede acudir a la sesera estos días que parece que ya sí, pero todavía no. En los que, como decía Barbeito: "Parece que la alcanzo y es más alta/ parece que se acerca y se evapora". 

La espera de una nueva Semana Santa toca a su fin. A día de hoy, faltando días aún para el pregón, tras el que quedará una semana mal contada, toca a su "casi" fin. En poco más de diez días volveremos a ser "Siervos" de la Semana de la Pasión, de la Semana de las semanas, llevaremos nuestro antifaz con esperanza, con amargura, expiraremos, descenderemos, nos ataremos a la columna con humildad y paciencia, cargaremos nuestra cruz en silencio y haremos un santo entierro de nuestra espera, para resucitar otra. En diez días -hora arriba hora abajo- las gotas de cera derramada por las calles engrosarán nuestro padrón de habitantes.

Pero eso será en diez días, o puede que ya nueve. Mientras tanto, la espera casi toca a su fin y se acentúa más aquello de "esto está aquí ya", aunque en el fondo sepamos que no. Da igual, este casi fin de la espera, esta recta final de nuestra cuaresma, nos sirve para enseñarnos a templar los nervios de la impaciencia, para acercarnos a las hermandades, para oler el azahar florecido con más intensidad, para muchas cosas, excepto para aprender a controlar la intensidad con la que vivimos nuestra Semana Santa para que no se nos vaya en un golpe de llamador. Así que paciencia, mis queridos paisanos porque ya lo dijo Barbeito: "Parece que es la hora... y no es la hora."




12 marzo 2023

CUARESMA 2023 (II): "La foto antigua de nuestra memoria"

 


En la memoria de cada cofrade hay una -o varias- fotos antiguas de nuestra Semana Santa. Son un testigo incontestable del paso del tiempo y del cambio en nuestra piel, en la fisionomía de la ciudad, de las cofradías, incluso de nuestras costumbres. Es evidente que con el devenir de los años, la modernización y todo lo que ello conlleva, a nuestra Semana de las Semanas también le llegó su transformación. 

Y aquí no hablo solo de las propias cofradías, sino de la presencia y la manera de verlas de la gente. Quien dice maneras, dice sitios, cantidades y formas (también de comportamiento). Por poner varios ejemplos -que se salen de lo que en algunas redes sociales puede comprobarse en lo que respecta a la fisionomía de los pasos, incluso de las propias Imágenes Titulares de las Hermandades carmonenses- podemos hablar de recorridos, o de horarios. 

¿Quién no tiene en su mente el pasar de la Hermandad de la Amargura por las calles del Real? ¿O de la Quinta Angustia subiendo por Domínguez de la Haza? ¿Quién no recuerda la subida de Santiago por Luis de Rueda y la bajada por San Marcos? ¿O la salida de la Humildad y Paciencia en nuestra particular "madrugá" a las seis de la mañana o incluso a las diez? Y todo el antiguo Paseo del Estatuto  y calle San Pedro a rebosar para ver la recogida, y comer por los antiguos restaurantes y mesones de la zona, para luego dar un paseo por la Alameda Alfonso XIII, degustar un "corte" de helado del puestecito que tenían allí "Los Valencianos" y acercarse a la salida del Silencio. Eso por no hablar del Santo Entierro saliendo de su Iglesia de Santa Ana...

Fotos físicas en sepia y blanco y negro, y también mentales que nos trasladan a otras épocas en las que filas de centurias romanas, escoltaban a nuestras cofradías, en las que los colores de los nazarenos de ciertas hermandades eran distintos, y los colores de ciertos palios también. Y uno compara fotos de ahora, y creo que dependiendo de nuestra edad y nivel de nostalgia en el alma, no sabríamos decir qué foto sale ganando o perdiendo. 

Y es que, como nosotros, como los tiempos, como la tecnología, la Semana Santa de Carmona ha evolucionado y se moderniza. Ahora las salidas para comer en los festivos, pasaron a las botellonas de los adolescentes en los polígonos (y porque los disuadieron de seguir haciéndolas en el Paseo del Estatuto) y a salir a ver las cofradías en cierto estado de embriaguez. Poca gente se calla ya al paso del tramo del Misterio de la Quinta Angustia, del Silencio o del Santo Entierro. Tenemos un nuevo crucificado y un resucitado. El Jueves Santo ya no es la noche grande debido a la facilidad del desplazamiento a la capital y el esnobismo de que parece que eres más "cofrade" y fardas más si dejas de ver a La Columna para ver la "Madrugá" cada año (y dejar constancia en las redes sociales, por supuesto).

Pero a los demás, a los que seguimos aquí, quizá nos quede el regusto por antiguos pasos, canastillas, imágenes y formas, y a la vez sigamos adaptándonos a lo nuevo. Como por ejemplo a la música, que también ha evolucionado, en calidad y en formas de composición, aunque particularmente yo, me confieso seguidor de las marchas clásicas en las bandas de música y muy fan de las nuevas composiciones para cornetas y tambores. Nunca me entró bien por el oído el distinto timbre de tambor, con xilófono y platos de las agrupaciones musicales, pero eso ya es cuestión de gustos.

Lo que es innegable, es que hay que estar agradecidos a todos esos fotógrafos de hace décadas y décadas, y sobre todo a los que conservan y comparten esas instantáneas, porque nos permite activar la foto antigua de nuestra memoria, que a su vez, nos revive vivencias, nostalgias, cariños y un sin fin de sentimientos para que reparemos en que lo que puede que no haya cambiado desde entonces, sea nuestra fe.





09 marzo 2023

CUARESMA 2023 (I): "La santa normalidad"

 Echando la vista atrás hemos dejado "inconsciente" (que no muerta) la maldita pandemia. La que nos quitó Cuaresmas, Semanas Santas, y otras tantas cosas de nuestra vida sureño-sevillana cotidiana. Con el recuerdo de quien no pudo vencer a esa maldita pandemia, hemos vuelto a la deseada normalidad.

Y la normalidad nos llega de nuevo a los sentidos con forma de Cuaresma. La normalidad de la inestabilidad del tiempo ante una Semana Santa tardía por culpa de un calendario que no se fija, pese a las intenciones del Papa Francisco. La normalidad de que la ciudad cambia de nuevo su perfume, para ponerse uno que nos sigue siendo reconocible tras el paso de los siglos. La normalidad de un azahar que todavía no acaba de romper, de las tardes en las que el sol se hace un poquito más remolón para irse a dormir, y en la que los bares empiezan a cambiar su carta de tapas, dejando sitio en su lista para los platos cuaresmales.

La normalidad de cultos, de trabajo en las hermandades, de "Sus manos en las mías", de "Sidol", de inciensos y de Via-Crucis. La normalidad de "saca la túnica del altillo por si hay que llevarla a la tintorería", la de los racheos de los ensayos bajo el manto de las noches de la ciudad donde duerme el "Lucero de la Aurora", y la del viento trayendo el eco de los ensayos al aire libre de nuestra Banda de Cornetas y Tambores.

La normalidad de ver vídeos, de actos culturales, de tertulias (oficiales en locales y no oficiales en barra o velador); la de las papeletas de sitio, la de montaje y desmontaje de altares de quinario y de insignias, la normalidad del repeluco al quemar incienso de mi amigo Rafa "El Cautivo" en casa, y la de los programas cofrades en la radio y la tele. La de las primeras torrijas, leche frita y pestiños. 

La normalidad rara de volver a unas costumbres otro año más, que durante dos años no pudimos incluir en nuestra normalidad. La normalidad de la vida de una Carmona que sigue adelante, con ojos nostálgicos y creyentes, con ojos nuevos y ateos, con la expectación de una Semana que siempre se repite, pero siempre te deja momentos o sensaciones nuevas. 

Esa normalidad nos vuelve un año más, y parece que muchos ya no recordamos la ausencia de todo, por culpa de aquél castigo mundial que nos tuvo dos largos años distanciados, ávidos de volver a vivir, convivir y sobrevivir. La Cuaresma ya está en su madurez y camina a su apogeo. Apenas tres semanas nos separan del verdadero estallido de la Primavera, que es cuando el Viernes de Dolores tras la misa en San Bartolomé, los Servitas ponen pie en la Plaza de Cristo Rey, la ciudad se mancha de cera y las "gitanillas" de los balcones lucen su máximo colorido.

Ha vuelto la normalidad. La Santa normalidad. Disfrutémosla.

Feliz Cuaresma a todos.





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