¡Eh, tú, Lluvia!, ¡maldita y bendita seas! Aprovecha ahora que aún
faltan días. ¡Como se te ocurra aparecer por aquí dentro de dos semanas la vamos a tener! Mira
por una vez y apiádate de estos mortales humanos que te veneran como su maná
para que sus cosechas les den para comer. Tienes tiempo de hacernos la visita,
quedar como una señora y marcharte por donde has venido durante diez díitas.
¿Tanto te cuesta que durante una semana te programemos la agenda?
Te hablo
desde Andalucía. Una tierra Mariana y Cofrade que vive del campo. Tremenda
dualidad cuando apareces fuera de lugar, y dejas seca toda la primavera para
sólo aparecer cuando mi pueblo le reza a Dios en la calle. ¡Mira que eres
canalla, Lluvia! El jornalero está mirando al horizonte de sus campos estos días para que
el trigo que le sirve de sustento, las aceitunas que aportan el aceite y el pan
de muchas familias en septiembre nos den sus frutos, y todo depende de ti. Y tú hay veces que acabas mirando para otro lado, ¿no te da ná?
Cualquiera que te mire podrá pensar
que disfrutas con el sufrimiento de los míos, con su llanto por arruinar las
tierras de cultivo y el trabajo de las Hermandades durante todo el año en el
día de su máxima ilusión, las esperanzas de esos niños que sueñan con poder verter cera caliente al suelo, o llevar caramelos en su canasto. No quiero verte aparecer el Viernes de Dolores cuando la
Señora Servita quiera pisar la calle como “la primera” de nuestra Semana Santa.
Quiero seguir viéndote ahora, quiero que los árboles goteen, que los arados rezumen
barro, quiero que le des a Andalucía no riqueza, porque nunca la tuvo más que
en su patrimonio cultural y gastronómico y sentimental. Quiero que le des lo
que es justo para que no muera cada día un poquito más, cada día que le dejas
tu sillón a ese sol de justicia que ya está avisando que en verano viene para
quedarse y darnos tormento. Quiero que alimentes cuanto puedas esta semana las almas incansables y las manos encalladas que sostienen el arado y ordeñan los olivos. Las cinturas que doblan para mover la azada y recoger hortalizas. Quiero que llenes pozos y purifiques el aire que nos toca respirar mientras nos asfixian los que mandan.
¡Eh, Lluvia, sí, tú, la que nombro! ¡Sigue con tu visita durante unos días! Deja tu bendición y márchate hasta últimos de Abril.
Limpia bien el aire para que lo invada el incienso y luego vuelve a limpiarlo
de nuestros llantos. Y recuerda mi advertencia. Dentro de dos semanas aquí no eres bienvenida. Vete a Londres, o a Moscú, o al Amazonas,
esos sitios donde ya vives como una más y que son muy bonitos para unas
vacaciones de Semana Santa. Pero a los de aquí, déjanos vivir como nos gusta,
haz que quite el “maldita” de mi exclamación, y que jornaleros y cofrades podamos
decir: ¡Bendita seas, Lluvia!.
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