Hace unos días se publicó y repartió el tradicional boletín informativo de Cuaresma de mi Hermandad del Silencio, como hacen todas las Hermandades por estas fechas. En el además de información sobre cultos, memorias de la propia Hermandad, y otras cuestiones se recogen artículos varios. Es un honor que el coordinador del mismo Antonio García Baeza, se haya acordado de mí un año más para que escribiera en él.
Al parecer ha gustado mucho entre los hermanos el texto así que, he decidido, para los que no tengáis la oportunidad de leer el boletín, compartirlo con todos vosotros. Deseo de corazón que os guste y que entendáis que los destinatarios del artículo son los hermanos que realizan la Estación de Penitencia cada Viernes Santo bajo el antifaz morado. Aún así, puede que si vosotros salís en alguna otra cofradía y habéis vivido algo parecido, también os veáis identificados. Aquí os lo dejo:
Permíteme
que te tutee Hermano, porque así me expresaré mejor. El otro día mientras
buceaba en mis recuerdos, encontré un montoncito de papeletas de sitio de
nuestra Hermandad. Es en ese momento en el que a uno se le agolpan los
recuerdos. No están todas y por eso no puedo contar ya los años que uno cumple
con la Estación de Penitencia del Silencio, pero sé que son más de diez, y de
doce. Son tantas vivencias, tantas imágenes, tantas sensaciones…
Tú,
como yo, Hermano puede que lo sepas. Que habrá gente que nunca podrá (o querrá)
saber lo que se siente. Yo sé lo que es recorrer nuestro itinerario con los
pies descalzos y comprobar el calor que el sol le ha aportado a nuestro asfalto
aún ya habiendo anochecido. Sé lo que es celebrar un Via-Crucis cuando el
tiempo no nos ha permitido salir. Pero nunca había vivido un susto como el del
año pasado. Tú, Hermano si llevas más años que yo bajo el antifaz de Nuestro
Padre, sí que lo habrás vivido. Si no es así, posiblemente tendrías sensaciones
parecidas a las mías… o las tuyas
propias.
Una
vez un miembro de nuestra Corporación me dijo “Esta es la única hermandad en la
que no se llora cuando no se sale por la lluvia”. Esta hermandad es la única en
la que hay tantas cosas diferentes al resto…. Pero esta hermandad la forman
hombres y mujeres, personas con su corazoncito. Almas que durante todo el año
trabajan por y para Él y Ella, Nuestro Padre, y Nuestra Madre de Dolores. Y
cada persona es un mundo. Y yo no me considero de los que se avergüenza por
llorar públicamente aunque este año nadie me viera. Me emocionaron muchas
cosas.
Bajo
mi antifaz ya casi humedecido por el llanto del cielo, pasaban por mi mente
muchos momentos. Pasaba cada noche de montaje del Altar del Quinario, pasaban
por mi mente el montaje y desmontaje de los pasos. Pasó por mi mente la imagen
de tener “Sus Manos en mis manos”, y pasó por mi mente la imagen de un cuerpo
de nazarenos que se mojó como se mojaron Él y Ella. Pasó por mi mente una
legión de almas que jamás abandonarían a su suerte a sus Titulares. Pasó por mi
mente el amor de muchos que sin estar en la procesión, no la abandonaron y se
quedaron viéndola. Pasó por mi mente el respeto de Carmona ante su Señor. Y
tantas y tantas cosas, que me provocaron no aguantar más, y reventar de rabia
bajo mi antifaz.
Sí,
Hermano… lloré, a pesar de que en esta Hermandad “no se llora por la lluvia”. Y
por mi cara, pasaron varias lágrimas. Porque tú, Hermano, sabes como yo, que
esta hermandad es distinta. Porque sabes que llevamos tan dentro a ese Nazareno
con su Cruz de Carey a cuestas y a esa Dolorosa de carita de porcelana
celestial, que si al cielo se le antoja llorar, también lloramos por Ellos.
Porque tú, Hermano, lleves los años que lleves entre nosotros, sabes como yo
que en esta Hermandad, hasta cuando es inevitable llorar, se llora con la misma
filosofía con la que se sonríe, se suspira, se reza, o se siente bajo la túnica
cada Viernes Santo: en SILENCIO.
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