23 marzo 2015

CUARESMA (XV): "A SOLAS CON ÉL"

No sabía si contar esto o no, pero hay veces que uno vive situaciones y sensaciones dignas de compartir, simplemente porque son hechos que te reconcilian con la humanidad, con tu propia persona y con cosas que van más allá de las creencias. Os pongo en situación:

Este domingo por segunda jornada consecutiva, la Imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno estaba expuesta en besapiés, y a la vez, se celebraba el Pregón de la Semana Santa de Carmona, que maravillosamente ha declamado otro hermano de mi Hermandad del Silencio, Francisco García Ba.  El caso es que precisamente por este motivo y por otras incompatibilidades, los miembros de la Junta del Silencio quedaban en cuadro a la  hora de poder asistir al pregón y tener gente para hacer turno de ayuda en el besapiés.

Como yo por causas que no vienen a cuento, no tenía retransmisión deportiva, me ofrecí, antes de que los miembros de la Junta tuvieran que hacer cuentas para ver quién podía quedarse hasta la hora de cierre del besapiés, a quedarme yo junto a Nuestro Padre, a solas con él, para la vigilancia del acto y ayuda de las personas que lo necesitaran para cumplir este devoto acto para con el Señor de Carmona.

Como dato adicional, cumplí con mi promesa de estar a la hora elegida, después de haber descansado nada y menos por el bautizo el día anterior de la hija de mi casi hermano, Rocío, a la que quiero ya como mi nueva sobrina. Con el sueño a cuestas me duché, me vestí, y me presenté en San Bartolomé, para recibir las instrucciones de llaves, luces, etc para que a la hora fijada, cerrara la iglesia. 

Había misa a la hora del besapiés, y cuando ésta terminó, una gran fila de gente se acercaba a besar los pies de Nuestro Padre. La situación era la siguiente: La figura de Nuestro Padre Jesús Nazareno en el centro de la capilla, yo a solas con él, blandiendo el pañuelo para limpiar su pie tras cada beso, y eso precisamente: besos, y besos, y más besos. 

Yo ya había compartido momentos del besapiés con mis amigos de la Junta del Silencio pero nunca había estado como responsable de todo, y sobre todo nunca había tenido momentos en los que la Iglesia se vaciaba por completo y quedábamos a solas Él y yo...  Puse incienso en la pastilla candente, lo perfumé, lo miré, lo mimé y lo vigilé con todo el cariño que podía. Pasaban personas conocidas, daban su limosna, me pedían una estampa que daba siempre con una sonrisa en la cara... Algunos pequeños llevados por sus padres, dudaban ante lo que impone Nuestro Padre y les convencía con el simpático "soborno" de darles una estampita si besaban su pié. Lo hacían y se iban ilusionados y orgullosos con su estampa.

Pero lo que quiero contar viene ahora. Es difícil, muy difícil intentar mantener la compostura en ciertas ocasiones, querer salir corriendo y no poder porque nadie puede relevarte, y a mí me ha pasado esta mañana. Y simplemente lo ha causado la sensación de entender en un minuto que la Imagen que tenía a mi lado, es el Señor de Carmona por algo. Muchas veces me habían contado de la gran devoción que la gente de esta ciudad le tenía a Nuestro Padre, independientemente de que fueran de otra hermandad. Independientemente de que fueran mas o menos creyentes, hay algo de este Cristo que atrae y que te hace sentir cosas.

Y lo entendí en el momento en que tuve que ayudar a un hombre, ya invadido por las canas y apoyado en dos muletas, a besar a Nuestro Padre. La ventaja de estar con el paño limpiando al Señor, es que oyes muy cerca no sólo los besos, si no también las palabras. Una vez sujeto este hombre, a mis oídos llega esta frase casi temblorosa y con la complicidad de parecer que hubiera una amistad divina: "Dame salú pa podé vení a verte muchos años".  Os aseguro que sin pensarlo le sujeté el brazo más fuerte a aquel hombre, y tragué un nudo del tamaño de la Puerta de Sevilla, suspirando y mirando al techo de la Capilla para no llorar.

El hombre bajó y la cola seguía su turno, y yo pude salir (no sé como) de aquel atolladero y limpié su beso (me costó limpiarlo y no dejárselo en el pie al Señor). Seguía recibiendo gente y limpiando en estado de inconsciencia. Era como si no supiera donde estaba y durante unos minutos, hiciera la limpieza y la entrega de estampas de forma mecánica...

Cuando ya me había rehecho, y deseando un cigarrillo con un ansia desconocida para mí hasta ese momento, vino otra señora, también con una muleta, también mayor y algo bajita. Con mucho trabajo y mi ayuda pudo subirse a la escalerita preparada para facilitar el beso a la gente que no llegara a la altura de la peana del Señor, y no dio solamente un beso, dio una ristra de ellos y de nuevo pude oír palabras: "Ay, Señó, que sarga bien la operasión esta tarde"... Ya os juro que no supe donde meterme y los ojos se me llenaron de lágrimas, que no sé por qué milagro del cielo no cayeron por mis mejillas delante de todo el mundo. Ayudé a bajar a la señora y le regalé la estampa sin que hiciera donativo alguno. Era mi forma de decirle: "Seguro que Él hará que así sea". 

Luego la fila fue llegando a su fin, y cercana la hora del cierre, la Iglesia se quedó sola. Algún guiri despistado entró con cuentagotas, y algún visitante de fuera de Carmona que me hizo contarle el nombre, la antigüedad y devoción de Nuestro Padre y de la Hermandad.  Llegada la hora, cerré la iglesia y me quedé a solas con Él. ¿Y sabéis lo que le dije entre otras cosas que no pienso contar aquí? Que bendijera a todos los que se acercaron a Él a besar su pié, y sobre todo a la gente de la Junta por confiar en mí de tal modo, que me hicieron el regalo más bello de esta cuaresma.

Y ese regalo no era otro que comprobar que a veces, hay cosas que hasta para el que no sea creyente pueden removerle el alma. Hubiera dado lo que fuera porque alguien de tantos que no tienen fe, estuvieran en mi pellejo durante aquellas dos frases. Si no sienten nada, no es que no tengan fe, directamente es que están muertos por dentro. La fe verdadera existe, y la vi en aquellos dos ancianos, que lo único que pedían era lo básico en nuestra vida: SALUD. Y esa es la fe más verdadera, y ese tipo de momentos son los que hacen justificar que Nuestro Padre sea "El Señor de Carmona". Esas cosas son las que te hacen mirarle a solas en su capilla y emocionarte, hablarle, que nadie te responda y a la vez sentir una cura en el alma. 

No podía resistirme a contaros que desde hoy, tengo más fe en la humanidad, tengo más fe en la propia fe, y tengo más agradecimiento al Silencio y a Nuestro Padre del que le he tenido nunca, porque igual no es de locos pensar que Él dispuso todo el Domingo para que fuera yo quien viviera todo aquello. Igual quería que me diera cuenta que la devoción y el cariño que le tengo no le llega a la altura del zapato a aquellos dos besos con sus respectivas palabras de aquellos dos ancianos, y antes de irme pensé: "Ojalá Señor, pudiera yo quererte como hoy te han querido y te quieren ellos". 

Y ahora, casi vencido por el sueño de haber dormido 4 horas desde el viernes, creo que mi mejor cura en el alma era haceros partícipes a todos los que me leéis de algo tan grande, tan emotivo y tan bonito. Ahora creo que puedo dormir muy a gusto esa noche, y creo que muchos de vosotros (ojalá no me equivoque) después de leer esto, también lo haréis. Feliz semana de Pasión. 

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