14 marzo 2015

CUARESMA 2015 (X). CRISTOS DE CARMONA (IV): "Cruz de San Francisco"

Los extramuros también tienen su Dios, que no sólo es Semana Santa de casco antiguo para adentro. ¿O a caso alguien tiene por seguro que el Hijo del Hombre quería vivir siempre entre murallas? La muerte ya no ronda, ahora reina en el Cuerpo inerte que se sostiene en el sudario y la orfandad de la Cruz. Se sostiene porque, aunque lo están descendiendo de ella, parece que levita sobre las almas de un barrio con nombre franciscano. Parece que vuela aportando el moreno de su piel ya inerte sobre la belleza de las Angustias que consuelan al mundo, que consuelan a los hijos para los que escuchar el tañer fúnebre de la campana de la Capilla les ayuda a respirar.

Vive todo el año en su Capilla, que para Él es suficiente la humildad de un espacio reducido para entregar el amparo que mandan dos ojos cerrados por la falta de vida. Nos recuerda que todo martirio tiene su fin, que llegará el día que bajaremos de las cruces de la vida, y nos envolverán en un sudario sobre el que descansar para seguir viviendo, andando en silencio con zancada larga y crujido de parihuela. Está suspendido en el aire y no se mueve más que las escaleras que le bajan a Su Madre. Hijo de Eslava que quiso que su otro Hijo, que vive en la Judería, tuviera un Hermano al que se le pasaran los dolores, fuera de los brazos de piedra que abrazan la ciudad más arcaica.

Llagas que están parando de sangrar como paró su Sagrado Corazón. Ahora ya no está Cautivo, más que de los lienzos que acarician sus brazos caídos, su costado abierto, su espalda masacrada... Ahora sólo quiere ir rápido a ver al Altísimo a la Prioral y volver a callejear por un barrio que por corto que se le quede, más largo le entrega su cariño. Más largo hace el rezo y el sobrecogimiento cuando pasa, más larga hace la supervivencia de la humildad, y más largo el cariño a su Dios descendido. La mitad de la Semana tenía que ser la mitad de la historia, el punto de inflexión donde se descansa el cuerpo para que reviva el Alma de su arrabal de extramuros, el Alma de la ciudad entera que aguanta el aliento porque baje de la forma más dulce posible.

Tiene dos padres, uno es el dueño del Paraíso y el otro habita en él a buen seguro, aunque sus restos descansen bajo a Su hijo descendido. Y hace que al pasar por delante nuestra, con su mecida eterna de paso racheado, todos queramos ser "Nicodemos" y "Josés" de Arimatea para que sean nuestros manos las que quiten sus clavos, las que lo envuelvan en el sudario, las que lo desciendan y lo entreguen a Su Madre con la Piedad que Ella inspira. En las ondas de su cabello mojado por la sangre y la lluvia del momento en que sus ojos se cerraron, van todas las cruces de nuestras vidas. Ya no está en la Cruz, ya no es Su Cruz, ahora es la Cruz de San Francisco... ahora es nuestra Cruz.

Cuando el dolor se calma, todo se torna sobriedad. Cuando Él sale a pasito corto por el atrio del Miércoles bajo son de una campana y de una "Quinta Angustia" que suena como "El Arrabal" de extramuros, todo se envuelve en luto. Todos parecemos de Su cuerpo de Nazarenos, todos llevamos el "Lignum Crucis" clavado en nuestras entrañas, y cerramos los ojos como Él cuando ha pasado, porque al pasar nadie quiere ni pestañear. Es la muerte que inspira grandeza, es un descendimiento que nos sube la fe en la espera al tercer día después, es el Hombre-Dios que te hace temblar por todo lo que lo envuelve. Y te hace ensanchar la compasión por sus manos agujereadas por los clavos de nuestras culpas diarias.

La mitad más dolorosa ha pasado, y sin embargo nos queda la mitad más dramática y a la vez más festiva de nuestra Semana cuando en la medianoche ya pasada, el Jueves le hace tañer la campana de recogida al Miércoles meridiano. Y cambia la luna porque el Descendimiento en San Francisco se hace eterno, nunca se Le termina de bajar de la Cruz, pero sabemos que Lo bajaron. Así lo sabe San Francisco, el arrabal de extramuros más verdadero de la ciudad amurallada, así lo quiso Eslava, y así lo queremos todos. Durmiendo en su Capilla con cabecera de Convento en ruinas y manta de colegio con nombre de Príncipe de los Ingenios. Y aun así, ha dejado la cruz, la cruz que nos deja como testimonio de su grandeza morena, de las Angustias de su madre. La Cruz que tomaremos como referencia a nuestros propios pesares, la Cruz del Arrabal de Extramuros, la Cruz del Señor que levita en nuestros corazones del Miércoles Santo... LA CRUZ DE SAN FRANCISCO.





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