17 junio 2014

JUEGOS A LA LUZ DE LA LUNA...

La noche se había cernido sobre ellos. Nada les resultaba incómodo porque ya conocían sus desnudeces. La luna aportaba la luz suficiente por el cristal del ventanal de aquella habitación, así que no necesitaron encender las luces. Estaban tumbados de lado uno frente al otro, y no pronunciaron palabra alguna. No hizo falta. Con la mirada ya se lo habían dicho todo.  Unos tímidos besos dieron lugar a caricias improvisadas, caricias que luego abrieron paso a besos más apasionados.

Las manos de ambos se deslizaban por sus pieles desvestidas como si en lugar de otra piel fuera tacto de seda el que  acariciaba. Escalofríos que erizaban el bello recorrían la anatomía de los dos participantes del íntimo juego. La distancia para el roce de sus manos se acortaban cada vez más, hasta que prácticamente juntaron sus vientres en la horizontalidad de la cama que los rayos de neón azulado de la luna dibujaban en la estancia.

Buscaron el acomode entrelazando sus piernas y fundiéndose en un abrazo más intenso al tiempo que se besaban usando con cierta travesura sus lenguas. Sus húmedos y dispuestos sexos se rozaron por primera vez, provocando la sensación de calor necesaria para buscarse definitivamente. No sin dificultad y ayudados por alguna mano que se salió del abrazo eterno, quedaron definitivamente conectados. Conectados en la intimidad del amparo de la luz selenita y las sombras oscuras del resto del cubículo.  La sensación que los recorrió subió considerablemente sus temperaturas, iniciando un movimiento cómplice en la perdición en sus propios deseos, y entregados a la pasión más primitiva.

Caricias que se tornaron agarres en las nalgas y uñas por la espalda, besos que se tornaron riegos de saliva por pechos, pezones, cuellos y hombros. Bailes en horizontal que se tornaron diversas posturas tornando aquel juego delicado y travieso en salvaje. Electricidades que dejaron de ser sensaciones para tornarse en orgasmos sonoros en casi todo el edificio, para la envidia insana del resto de los vecinos, puede que incluso indignación para los más conservadores o intransigentes.

Jugaron con alimentos, con postres, y siguieron una y otra vez aquel juego interminable que antes o después tenia que acabar, e hicieron todo lo posible porque fuera después...  Tras bastantes minutos que sobrepasaban la hora del sexo más delicioso que se pudiera conocer, una descarga de la parte masculina de aquella pareja, puso el punto de apogeo a aquella partida de pasión en la que nunca hubo ganador ni perdedor. Ambos ganaron un momento que cuando alguno de los dos lo recuerda, sirve como aliciente para iniciar una nueva partida, un nuevo juego, una nueva batalla en la que saben que ambos ganaran. 

Quedaron exhaustos en la cama, él se encendió un cigarrillo que fumaron a medias, como compartiendo el trofeo de la victoria del placer sobre todas las cosas, incluso sobre aquella potente luz azul de neón que la luna mandaba, que tras servirles de incitadora a sus más deliciosos y primitivos deseos, ahora usaron de manto para quedarse dormidos uno junto al otro, guardando fuerzas para el siguiente juego, que ambos ya sabían que sería al despertar del día siguiente....

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