El devenir de los tiempos hace mella en cada espíritu de forma diferente. Con las olas de calor, a veces las ganas también se declaran en huelga de "brazos caídos". Y no deja de ser curioso cómo nuestra mente olvida encenderle al alma el termostato de "todo irá bien", y ésta empieza a sudar de forma incontrolable por cada poro de la frente, las patillas y la nuca. Son las ganas declarándose en huelga. Son las circunstancias diciéndote que has fallado, o que igual estabas equivocado con ciertas decisiones que tomaste (o creíste haber tomado) a lo largo de tu vida.
Es la desazón de los días tan largos, que tan alegres acogemos en primavera cuando las horas de luz no significan calor asfixiante, y las nocturnas no significan insomnio por decreto hasta los veintipocos grados sin aire de las tres o las cuatro de la madrugada. Puede que esta desidia que no ha podido con el deseo autoimpuesto de volver a plasmar grafías en una digital hoja en blanco, termine por irse con el calor igual que llegó en su día. Mientras me muestro ufano de seguir ganándole la batalla al tabaco, presente en muchas de sus formas en cada momento de mi día a día, y al "Lexatín" , que sigue paciente en su "blister" de plástico y plata, esperando a que mi alma no aguante el olvido de la mente de encender el termostato, y recurra a él.
Pero que no inunde el pesimismo este juego de entrenamiento dialéctico y mental, para lo que tiene que llegar más pronto que tarde. Pese a sentir a veces que uno es una estafa porque hay quien espera cosas de ti que tu cabeza, sin el estímulo al menos de una rubia helada (pro defectu de tabaco o drogas farmacéuticas), sabe que no es capaz de dar. O puede ser que has conseguido "vender" -con tus pocas e inusuales habilidades- un producto que a ti te parece tan innato como insuficiente y sin embargo, a muchos (que no a todos) les fascina.
Y aun así, siempre seguiré diciendo -perdón por la inmodestia- que mis habilidades no han sido lo suficientemente valoradas por muchos, y excesivamente por otros. Al menos hasta el día de hoy me han dado para poder comer y pagar facturas (no sin sudores), aunque siga pensando que ciertas habilidades merecían un poco más de reconocimiento, social y sobre todo económico. Pero ya se sabe, sin una cartulina en la pared (otra vez las malas decisiones del pasado) y con el refranero español tan presente en el calendario de la memoria, "nadie -y más en mi caso- es profeta en su tierra".
Se vienen tiempos difíciles, y no solo para la desazón de la mente por las olas de calor. Uno puede pensar aquello de: "En peores plazas hemos toreado". Pero entonces el torero tenía la mitad de los años, el respetable público era más agradecido y en el ruedo había más sombra porque el cambio climático ni se vislumbraba... Hay que ser fuertes. Mientras Morricone pone banda sonora con su "Misión" a este entrenamiento literario, y mis pensamientos sobre proyectos futuros, ganas de inventar y de intentar, de escribir o de hablar, se esfuman como un incienso de cofradía de barrio, recurro a una frase de cine para responder a mi propia desazón, a mi propia inquietud:
"-¿Y... cómo vivirás?
-Dia a día..."
No nos quedará otra, que seguir entrenando la escritura, para los días que tienen que venir...
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