07 octubre 2009

EL SAN SEVERO NO ERA NECESARIO

Ahora que hace unos días se cumplía el día nacional del docente, creo que es un buen momento para contaros que el otro día pude ver en una de nuestras televisiones el nuevo reality-show llamado “Curso del 63”. Trata sobre encerrar a unos chavales un tanto “conflictivos” en un colegio que recuerda y guarda los métodos del “San Severo” uno de los colegios madrileños que más fama tenía de rectitud y severidad, y donde se presumía de lo bien educados y formados, que salían los alumnos. Todo un ejemplo de lo que, según muchos piensan, debería volver a ser la educación de hoy en día. Mano dura, castigos inusuales, y resultados académicos impecables.

Hoy con el pasar de los años, es cierto que la juventud está muy difícil, que los alumnos son muy rebeldes, y que los profesores no pueden ni siquiera levantarles la voz, sin el riesgo de que el chaval les pegue una paliza, o les saque una navaja, o peor, que vengan luego sus padres a decirle que “mi niño es un santo y mi niño no hace eso, usted miente y usted tiene la culpa de su mala educación”. Y yo me van a perdonar la castiza y mal sonante expresión pero digo a eso que “un mojón como el sombrero un picaor”. Los responsables de EDUCAR a los hijos son los padres, los familiares, y los responsables de CULTIVAR, Y FORMAR, a los alumnos los profesores.

Lo cierto y lo que sí que me da mucha tristeza, es que cuando maduramos, sea cuando reconozcamos la impagable labor que estas personas, estos docentes, hicieron con nuestra educación y con nuestros valores, no sólo con nuestra cultura. Y cuando estamos recibiendo sus enseñanzas que es cuando deberíamos reconocerlo, no lo hacemos. Este es mi particular homenaje de alguien que se siente privilegiado, al saber que ha recibido clases de todo un literato como José Luis Blanco Garza, o de un hombre tan bueno como José Salinas Carrique, o una mujer tan creyente como Doña Rita, que nos hacía rezar cuando sus hijos tenían un examen. María de Gracia García, la tutora que entre sociales y educación física me embobaba con su belleza natural, Juan Luís, cómo me lo pasaba en su clase de educación física. O Marcelino Sanromán, que logró que hiciera manualidades que ni yo mismo me creo hoy día que fuera capaz.

O en el instituto donde recibías lecciones de la vida de profesores geniales, como Pedro Blanco Yun, de quién aprendí eso tan valioso de “Tu libertad termina donde empieza la de los demás” o de José Luis Cruz Marín, el hombre que nos enseñó lengua contando anécdotas de su vida, o de profesores tan atípicos como geniales, el caso de Vicente Arranz, cuya particular forma de enseñar historia nos hacía reir, Carmen Robledo, que nos enseñaba Historia del Arte con una clase y una voz tan dulce que siempre recordaré, o José María Quirós, y Pilar Jalón, uno por su transparencia y naturalidad, la otra por su rectitud, al final, el latín sí que me ha servido, ¡Qué equivocado estaba!.

Alberto Sánchez, que nos formaba en Griego Clásico, y con el que compartimos algún arroz que otro en los eucaliptos de la carretera del Viso. Fernando Ruíz, y su manía de tirarle tizas a quien no se callaba en clase, o Rafael Fernández, un ejemplo de superación personal ante los duros reveses que te da la vida, ¿sigues siendo colchonero, Rafael? Con lo mal que va tu equipo. José María Clavero y su filosofía particular, ..y tantos otros, perdónenme profesores si me olvido de algún nombre. Habéis sido tantos y tanto lo que me habéis dado, que mi memoria está llena de lecciones de la vida, suspensos, aprobados, arroces, martes de pre-feria, y tantos otros buenos momentos que viví con vosotros como referencia.

El caso es que a mí como muchos otros, los suspensos no me sirvieron para cogeros tirria, si no para saber que me obligabais a mejorar. Nunca necesitasteis castigos severos, ni rectitud excesiva, usasteis medios mas naturales confiando en que los sabríamos captar tarde o temprano. Y espero que como yo, muchos otros, cuando os vean, no tengan reparo en daros un abrazo y que sigan viviendo el día a día, para que ustedes, profesores, puedan sentirse orgullosos de la generación de hombres y mujeres que habéis formado, que estoy seguro que hoy día, con el paso de los años y con las dificultades que os frecen estas nuevas generaciones tan complicadas, seguís intentando formar. Mi enhorabuena y mi recuerdo, para todos, por siempre. Mil Gracias por todo lo que me enseñasteis, sobre vuestras asignaturas, y sobre la vida. Gracias a todos por demostrar, que el San Severo, afortunadamente, no era necesario para mi generación. Gracias.

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