Antonio García Barbeito comenzaba su pregón de Semana Santa en 2010 con unos versos que decían: "Parece que es la hora y no es la hora (...) Parece que está todo y algo falta (...) Pero mirad al sol haciendo guiños, en los ojos sagrados de los niños donde se purifica la mañana. Esperad, mis impacientes paisanos, para tocar el cielo con las manos, nos falta solamente una semana".
Y a tres días vista del pregón de este año, no hay palabras más acorde con el revoltijo de sentimientos que los cofrades, católicos y creyentes, tenemos estos días. El "esto ya está aquí" empieza a escucharse, a leerse por las redes sociales... y aunque parece que esa frase se nos clava como una sentencia cierta, lo cierto es que parece que cada año los cofrades se desviven por soltarla antes.
La impaciencia con la que un cofrade espera su "Semana de las semanas" cada año se aferra más a la avidez del cariño. Pero en estos días en los que los Quinarios ya pasaron, se desmontaron sus estructuras, bajaron los titulares de su altar de cultos, para prepararse para besapiés y/o subida a los pasos; justo en estos días, es cuando el corazón se apodera más de la cabeza y del "runrún" en el estómago.
Se quema el doble de incienso en casa y en las hermandades, se le sube el volumen a las marchas en el coche o en el altavoz, se mira la predicción del tiempo compulsivamente, las torrijas se devoran casi por inercia... y todo porque "esto ya está aquí, pero no". Porque ronda en el fondo del alma la dualidad de querer que la Semana de las semanas llegue, y a la vez no querer que pase. La dolencia asumida de lo largo que se hace el año en una hermandad, lo cuasi eterna que se hace la espera inmediata durante la Cuaresma y lo fugaz que pasan los siete días de la Pasión.
Puede venir a la cabeza de los cofrades ese sentimiento de vacío y de nostalgia al desmontar el paso y limpiar y guardar enseres, que ya no serán utilizados hasta alguna representación de Gloria o hasta el Corpus. El lamento que usa el calor y la feria como pañuelo de lágrimas hasta volver a la actividad de hermandad. Son solo algunos ejemplos de lo que puede acudir a la sesera estos días que parece que ya sí, pero todavía no. En los que, como decía Barbeito: "Parece que la alcanzo y es más alta/ parece que se acerca y se evapora".
La espera de una nueva Semana Santa toca a su fin. A día de hoy, faltando días aún para el pregón, tras el que quedará una semana mal contada, toca a su "casi" fin. En poco más de diez días volveremos a ser "Siervos" de la Semana de la Pasión, de la Semana de las semanas, llevaremos nuestro antifaz con esperanza, con amargura, expiraremos, descenderemos, nos ataremos a la columna con humildad y paciencia, cargaremos nuestra cruz en silencio y haremos un santo entierro de nuestra espera, para resucitar otra. En diez días -hora arriba hora abajo- las gotas de cera derramada por las calles engrosarán nuestro padrón de habitantes.
Pero eso será en diez días, o puede que ya nueve. Mientras tanto, la espera casi toca a su fin y se acentúa más aquello de "esto está aquí ya", aunque en el fondo sepamos que no. Da igual, este casi fin de la espera, esta recta final de nuestra cuaresma, nos sirve para enseñarnos a templar los nervios de la impaciencia, para acercarnos a las hermandades, para oler el azahar florecido con más intensidad, para muchas cosas, excepto para aprender a controlar la intensidad con la que vivimos nuestra Semana Santa para que no se nos vaya en un golpe de llamador. Así que paciencia, mis queridos paisanos porque ya lo dijo Barbeito: "Parece que es la hora... y no es la hora."